Desde Penelles hasta Viljandi. El arte público en entornos rurales gana territorio

El muralismo, herramienta de poder única donde las haya para expresar la vivencia del arte público, impulsa un compromiso de los habitantes con su entorno y genera una reconstrucción social de los espacios públicos.

Tanto en urbes imponentes como en poblaciones diminutas, abundan actividades de esta índole, en las que tanto el habitante del lugar como el visitante, pueden fácilmente deleitarse con estas intervenciones murales en las calles y en los diversos ambientes de las principales localidades de forma habitual. 

Recientemente, también se ha observado con mayor frecuencia la presencia del muralismo en pueblos y comunidades rurales de todo el territorio, logrando una integración notoria con el paisaje. Ya son numerosos los festivales, jornadas y encuentro artísticos que tienen lugar en entornos rurales girando alrededor del arte público y el muralismo. 

Por poner un par de ejemplos de esta misma primavera, en mayo tuvo lugar la 8ª edición del  Gargar Festival de Murals i d'Art Rural en el pueblo catalán de Penelles, situado en la provincia de Lleida, España, en lo que viene llamándose el granero de Catalunya. Se trata de una zona agrícola donde, entre campos de cereales y frutales, emerge esta pequeña población que, a lo largo ya de casi una década, ha sabido labrarse la fama de ser “el pueblo de los murales”. 

Una vez al año, y coincidiendo con sus fiestas patronales, miles de visitantes acuden a ver la finalización de las piezas murales realizadas por un elenco internacional de artistas. Todo gracias a una convocatoria previa en la que, en esta ocasión, se presentaron más de 300 propuestas - compuesto en esta edición por Ana Repullo, Dirty, Dante Arcade, Edgar Massegú, Gijs Vahee, Hélène Planquelle, Ian_Lleida, Kamma Marlo, Mura, Podre, Rame 13, Stillo Noir, Sucri & Furyo, Uri Kthr, Valentí Gubianas y Wedo Goás. 

Las obras de estos artistas se suman a las más de 100 diseminadas por toda la población como resultado de las anteriores ediciones de un festival que, tras su inicio en 2016 y con el patrocinio de Montana Colors, se ha convertido en una parada obligatoria en la primavera artística de la península. Además, la iniciativa ha conseguido prestigiosos premios y galardones en el ámbito de la cultura, como el Premi Tendències 2017 a la Industria Cultural Emergente o el Premi Impulsa 2020 otorgado por la Fundació Catalunya Cultura. 

Pero el territorio en el que se cosecha, se labra y se recolecta el arte público en entornos rurales resulta inabastable, y cada vez surgen o se consolidan más iniciativas en este sentido. Un ejemplo es el RUA Street Art Festival, que desde el año 2018, tiene como misión llevar color y creatividad a pequeñas localidades estonianas a través del arte urbano y el muralismo profesional. 

La 6ª edición de este festival de carácter nómada que ha tenido lugar a inicios de junio, y que también cuenta con el patrocinio de Montana Colors, se ha llevado a cabo en siete pequeñas localidades del municipio de Viljandi, Estonia. También ha contado con el talento de artistas como los italianos Luogo Comune, el danés Peter Skensved, Myforestbridge, de Ucrania, Uneg, de México, Karolis Dezute y Pidžin ,de Lituania, Annabelle Tatto y Maxime Ivanez, de Francia, y Maikki Rantala, de Finlandia. 

Los encuentros cotidianos con el arte urbano generan espacios sociales, brindando nuevas perspectivas y formas de percibir el mundo; permiten un ciclo creativo de retroalimentación entre el artista, el espectador individual y la sociedad. 

Lo destacado del arte público, y por consiguiente del muralismo, es que se convierte en un nivelador universal: es accesible para todos sin costo alguno, no requiere comprar una bebida o una entrada para un museo, y cualquiera puede disfrutarlo sin importar su raza, edad, clase social o situación económica. 

Es precisamente en esa accesibilidad donde radica el valor fundamental del muralismo y el arte público como una poderosa herramienta de transformación y inclusión social. Una circunstancia que, desde nuestro punto de vista, se ha manifestado durante el desarrollo de estos festivales tan distantes entre sí, pero que comparten la misma intención y el mismo espíritu.

Imágenes de Karen Akopjan y Binomic